Una persona humilde tiene no sólo una modesta aunque sólida conciencia de sus propios méritos, sino también de sus limitaciones. En el momento en que piensas que ya lo has visto todo o lo sabes todo («he estado allí, he hecho eso y lo otro…»), el universo se percata de tu arrogancia y te envía una gran dosis de humildad. Debes abandonar la idea de que no te queda nada por aprender. Los maestros zen saben muy bien que, incluso para ellos, nunca acaba el camino del aprendizaje.
La humildad es la lección que más duele, pues asociada a ella aparece siempre algún tipo de pérdida. Al universo le gusta mantener un cierto equilibrio en todo, de ahí que cuando un ego soberbio desconoce la cortesía y la paciencia, haga aparecer la humildad para que ese ego vuelva a pisar suelo firme. Aunque ese aguijonazo se siente a veces como una herida, se trata de un aviso muy importante para poder mantener tu equilibrio.
Algunas personas tienen tanto éxito en la vida que lo dan por supuesto y esperan que las cosas les sean favorables automáticamente. Cuando esto deriva en un ego descomunal que desprecia la paciencia y la cortesía, se engendra arrogancia. Entonces, la humildad se convierte en una necesidad para ese currículo vital. Eso es lo que le sucedió a Will.
Atractivo, atlético, de tez bronceada y mirada penetrante, Will parecía un modelo y se vestía como tal. Las cosas le iban muy bien y todo lo que se proponía lo conseguía de acuerdo con sus deseos. Gracias a su encanto, su inteligencia y su talento, su negocio funcionaba al máximo y el éxito se había convertido en una constante en su vida.
Cuando Will recibió una notificación judicial, supuso que todo se resolvería tan fácilmente como cualquier asunto de su vida y no se preocupó en absoluto por este hecho. Pero no fue así; aquella demanda judicial acabó llevando su empresa a la ruina. Después de varios meses trató de encontrar un trabajo, pero nadie le contrataba. Su economía declinaba. Tenía que hacer frente a muchas deudas y, finalmente, no le quedó otra opción que declararse en quiebra. Will no podía comprender por qué la «magia» que rodeaba su vida había dejado de funcionar; después de siete años en los que desempeñó varios trabajos mediocres, tuvo que enfrentarse a la lección de la humildad.
Cuando vino a verme, Will no podía comprender que a una persona tan «perfecta» corno él le hubieran sobrevenido tantos infortunios. Tenía que aprender que su talento era algo maravilloso, pero que quedaba oscurecido por su actitud arrogante. Él miraba de modo condescendiente a las personas que no tenían sus dones —Atablándoles de un modo paternalista, tratándoles de forma descortés y tomándolos por estúpidos y faltos de interés—, de ahí que su vida le condujera a la lección de la humildad. Con el tiempo, Will acabó comprendiendo por qué la vida le había mostrado la lección de la humildad con tantas e intensas lecciones. Al principio, eran lecciones difíciles para él, pero Will se hizo cargo de su situación y se comprometió a aprenderlas y así cambiar las circunstancias que le rodeaban.
Debemos estar orgullosos de lo que somos y de lo que conseguimos. Sin embargo, si descubres que alimentas secretos pensamientos de arrogancia y presunción, recuerda la lección de la humildad antes de que el universo lo haga por ti. Dolerá menos de esa forma.
La humildad es la lección que más duele, pues asociada a ella aparece siempre algún tipo de pérdida. Al universo le gusta mantener un cierto equilibrio en todo, de ahí que cuando un ego soberbio desconoce la cortesía y la paciencia, haga aparecer la humildad para que ese ego vuelva a pisar suelo firme. Aunque ese aguijonazo se siente a veces como una herida, se trata de un aviso muy importante para poder mantener tu equilibrio.
Algunas personas tienen tanto éxito en la vida que lo dan por supuesto y esperan que las cosas les sean favorables automáticamente. Cuando esto deriva en un ego descomunal que desprecia la paciencia y la cortesía, se engendra arrogancia. Entonces, la humildad se convierte en una necesidad para ese currículo vital. Eso es lo que le sucedió a Will.
Atractivo, atlético, de tez bronceada y mirada penetrante, Will parecía un modelo y se vestía como tal. Las cosas le iban muy bien y todo lo que se proponía lo conseguía de acuerdo con sus deseos. Gracias a su encanto, su inteligencia y su talento, su negocio funcionaba al máximo y el éxito se había convertido en una constante en su vida.
Cuando Will recibió una notificación judicial, supuso que todo se resolvería tan fácilmente como cualquier asunto de su vida y no se preocupó en absoluto por este hecho. Pero no fue así; aquella demanda judicial acabó llevando su empresa a la ruina. Después de varios meses trató de encontrar un trabajo, pero nadie le contrataba. Su economía declinaba. Tenía que hacer frente a muchas deudas y, finalmente, no le quedó otra opción que declararse en quiebra. Will no podía comprender por qué la «magia» que rodeaba su vida había dejado de funcionar; después de siete años en los que desempeñó varios trabajos mediocres, tuvo que enfrentarse a la lección de la humildad.
Cuando vino a verme, Will no podía comprender que a una persona tan «perfecta» corno él le hubieran sobrevenido tantos infortunios. Tenía que aprender que su talento era algo maravilloso, pero que quedaba oscurecido por su actitud arrogante. Él miraba de modo condescendiente a las personas que no tenían sus dones —Atablándoles de un modo paternalista, tratándoles de forma descortés y tomándolos por estúpidos y faltos de interés—, de ahí que su vida le condujera a la lección de la humildad. Con el tiempo, Will acabó comprendiendo por qué la vida le había mostrado la lección de la humildad con tantas e intensas lecciones. Al principio, eran lecciones difíciles para él, pero Will se hizo cargo de su situación y se comprometió a aprenderlas y así cambiar las circunstancias que le rodeaban.
Debemos estar orgullosos de lo que somos y de lo que conseguimos. Sin embargo, si descubres que alimentas secretos pensamientos de arrogancia y presunción, recuerda la lección de la humildad antes de que el universo lo haga por ti. Dolerá menos de esa forma.
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